Autor: David Foster Wallacer
Editorial: Pálido fuego
Páginas: 521
Precio: $20.000 (USD 6,67)
Lugar de la compra: Feria del libro, Stand de Promolibro Colombia S.A.S.
Lo bueno de la Literatura es que todavía, en medio del frenesí tecnológico de nuestros días, es capaz producir milagros.
Milagros que pueden ocurrir dentro y fuera de las páginas. Pequeños y grandes milagros.
Cualquiera que se interese por los libros habrá experimentado algunos de estos
sucesos irrepetibles a lo largo de su vida. El último me ocurrió hace un año. Visitaba
la tediosa y predecible Feria del libro de Bogotá, acompañado por un amigo y mi pobreza, buscando las
promociones siempre escasas e insatisfactorias de este evento. Era de noche y
ya nos preparábamos para salir, luego de haber caminado por horas, cuando mi
amigo entró en un stand sin gracia, uno que siempre está en el mismo lugar
todos los años y en el que nunca encuentro nada que me interese. Yo había
seguido de largo, sin darme cuenta, así que cuando vi que mi amigo no me seguía, me
devolví a buscarlo. Cuando entré al stand, el administrador ponía en sus manos
dos libros de David Foster Wallace: La
escoba del sistema y Conversaciones
con David Foster Wallace, prácticamente imposibles de conseguir
en Colombia. Pero la cosa no paró ahí. Cada uno de los libros costaba unos
increíbles veinte mil pesos. Casi me voy para atrás cuando me fue revelada esa
información. El mismo vendedor sabía que cada ejemplar podría costar, por lo
bajo, ochenta mil pesos. ¿Cómo los había obtenido? ¿Por qué los estaba
vendiendo a ese precio? No sé. No me molesté en preguntárselo. Lo único que
hice fue arrebatarle Conversaciones… de
sus manos, e intentar lo mismo con mi amigo para hacerme a La escoba del sistema, aunque esta
segunda jugada no me salió como esperaba, ya que él había tomado el libro previamente y había sido advertido de mis intenciones por el primer raponazo, por lo cual logró frsutrar mis intenciones con un rápido movimiento de evasión. Pero era un día milagroso. Resulta
que el vendedor tenía, no uno, sino dos ejemplares de cada libro, así que mi pequeña
y mezquina escena había sido innecesaria.
¿Por qué había actuado de esa manera? Por una sencilla razón: David
Foster Wallace es uno de mis autores favoritos. ¿Por qué es DFW uno de mis autores favoritos? Para responder esta pregunta, antes de
leer La escoba del sistema, hubiera tenido que detenerme en algunos de sus cuentos, ensayos, o en partes de su inconmensurable
novela La broma infinita, que mostraran el tipo de cosas por las cuáles me gusta tanto. Una larga tarea. Pero apenas comencé a leer La escoba del sistema descubrí, no sin sorpresa, de dónde venía mi admiración por DFW: del mundo que creó en su literatura. Porque al ser su
primera novela, y al haberla leído después de La broma infinita, de sus cuentos y la mayoría de sus ensayos, lo
que descubrí es que DFW, como Faulkner y García Márquez y Onetti, no escribía
libros aislados sino piezas de una obra más grande, estaba construyendo un
universo literario, que en efecto logró edificar, y que yo no había sido capaz
de ver hasta que leí La escoba del
sistema.
Ese,
para mí, es el mayor logro de este libro. Porque ya en él, a pesar de haber
sido escrito por su autor con escasos 24 años de edad, se encuentra el
particular mundo DFW. Ya se vislumbran claramente sus pequeñas y grandes obsesiones
temáticas: la soledad, las drogas y la locura como respuesta o consecuencia de
pertenecer a familias disfuncionales; las reflexiones filosóficas en medio de
una era que se extingue en la banalidad y la codicia; la cultura popular del
entretenimiento y su efecto nefasto en la sociedad; las grandes corporaciones y sus diabólicas conspiraciones;
las organizaciones secretas que luchan contra el sistema; el interior de los
Estados Unidos, con su compleja simpleza y su naturaleza abrumadora; los
personajes trastornados, rotos, perdidos; las discapacidades físicas y mentales;
los aparatos mecánicos inútiles. También están ya sus obsesiones formales: la
fragmentación y la polifonía; los diferentes recursos narrativos: expedientes, cartas,
transcripciones, monólogos, las historias dentro de la historia; las tramas
absurdamente intrincadas y no siempre satisfactoriamente resueltas; las frases
extremadamente largas; los diálogos hilarantes e intelectualmente profundos; una
suficiencia en el manejo del lenguaje que lo lleva incluso a cometer excesos
que, sin embargo, no desentonan en medio de una obra que es, ante todo, hiperbólica;
la transformación del mundo físico real para ambientar su distopía en un futuro
muy cercano. Están sus banderas: el humor negro y la imaginación desbordada; la
exageración y la desmesura; y tantas otras cosas que seguro se encontrarán en
lecturas posteriores.
Todas
estas características enumeradas en el párrafo anterior, hacen de La escoba del sistema un libro
interesante, pero difícil de leer, como la mayoría de los libros de
DFW. Se demanda del lector un gran esfuerzo inicial para entrar en sus líneas sin
perder la concentración y obtener la inercia necesaria que permita continuar el
camino a través de sus más de quinientas páginas. Un trabajo que vale la pena llevar
a cabo, pues tiene como recompensa adentrarse en el mundo de un autor que,
ahora en la distancia, se ve como uno de los pocos artistas que logró crear una
obra perdurable, una escuela que han seguido otros escritores consciente o
inconscientemente, nada más y nada menos que dentro del posmodernismo, esa
corriente filosófica y artística que parecía destinada a no producir ninguna
obra duradera.
P.S: Esta edición viene con una carta escrita por el
mismo DFW, en la que presenta su novela a un editor: un texto que por sí solo valdría cualquier suma que se pague por el libro.